FAMILIARES       

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Índice general Poesías

                 Índice     FAMILIARES

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               Mi hija Yurixi










                     





                     





















Mi tercer hijo: Luis Olympo














Mi madre, Doña Ma. Esther Pérez







Mi padre, Don Luis G. Castro Landín








Mi primer hijo: Apolo

      A  LA  NIÑA

¿A quién buscas por el campo,
con el lampo
de la tarde que en su fuga
te subyuga;
de la tarde que se pierde
por las rubias acuarelas
de la inmensa loma verde?

¡Ah, ya sé, me lo revelas!
¡Ya lo entiendo!
¡Pues esperas al retoño
de tus carnes estupendo
del otoño!
¡A la niña fascinante
que en el cante
de la noche silenciosa,
como rosa
brotará.

¡Ten paciencia, ten confianza!
Que adivino
que en momento peregrino,
tras su andanza,
cuando Febo se destiña
por la bruta lontananza,
esa niña
¡Fascinante! ¡Deleitosa!
¡Venturosa
llegará!

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            R O S A

R asgué mi pecho para ver adentro,
O bjeto loco de encontrar mi Diosa;
S ólo encontré mi corazón y al centro
A llí en el fondo florecía una Rosa.


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a mi esposa

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      A  MI  HIJO OLYMPO

"Yo te pude eligir como mi hijo
cuando tú no podías seleccionar un padre..."

Yo te arranqué de la quietud inmensa,
de aquel inexistir que solemnizo,
sin recabar siquiera tu permiso
y sin pensar si te causaba ofensa.

Te traje al mundo sin tener dispensa
de tu opinión, que fuera compromiso;
no fue tu voluntad que así lo quiso,
sino la mía, que a la vida inciensa.

Yo te escogí sin conocerte nada
y sin tomar en cuenta tu albedrío
te acepté previamente a tu llegada.

Hoy vengo a preguntarte, aunque tardío,
pues sólo eso me queda a tu mirada:
¿Me aceptas como padre..., Hijo mío?

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      A  MI  MADRE

¿Cómo podré pagar, madre adorada,
el amor que me has dado sin recelos
y tantos sacrificios y desvelos,
cuando yo nada más te he dado nada?

Madre mía, ¡Bendita y abnegada!:
¡Sólo tengo qué darte mis anhelos!
pero sé que el Eterno allá en los Cielos
¡Gloria y dicha te tiene reservada!

Y si te diera espléndida alegría
queriéndote... ¡Te adoro hasta la muerte!
¡Y aún después de muerto te amaría!

Pues soy feliz amándote, de suerte
que bástame saber, ¡Oh, Madre mía,
que eres mi madre tú... para quererte!

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      A  MI  PADRE

Roble gentil de nítidos follajes
que sosteniendo connubial el peso,
levantaste tu hogar sin dar acceso
a las sombras perversas ni malajes.

Roble cabal que dieciséis ramajes
condujiste inefable sin tropiezo
por veredas del bien y del progreso,
a pesar de los fúricos oleajes.

No tengo para tí más homenajes,
cuando en la vida a comprenderte empiezo,
que seguir tus ejemplos y mensajes.

Quede la admiración que te profeso
y el cariño de un hijo, sin ambages,
en un soneto fraternal impreso.

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            APOLO

Fuiste el fruto de amores soberanos:
Obra selecta que alteró mi vía
en la grata y gentil antología
de dichas y placeres palacianos.

Cuando abrieron los pétalos lozanos
y te entregaron a la vida, un día,
en tus ojos dos lágrimas había
que secaron espléndidas mis manos.

Y en las horas de tierno protocolo,
que se esfumaron como el Hada, aprisa,
brillabas como Sol, ¡Augusto y solo!

Y al escuchar mi voz entre la brisa,
alguna vez de tu semblante, Apolo,
¡brotó divina la primer sonrisa!

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      Autor: Luis Castro Pérez
       4lcastro9@gmail.com
      Morelia, Mich. México